Nunca había viajado tanto. Nunca había aprendido tanto. Nunca me habían dolido los ojos con tanta belleza.
Viajé con Mónica a India hace varias semanas y de verdad que lo viví a mi máximo. Pero lo más importante ocurrió cuando volví a mi Santiago de Chile, a reencontrarme con la que ya no era.
Los efectos del viaje se me han ido mostrando lentamente, primero en una tranquilidad interior que no se deja preocupar en extremo por nada, luego en las ganas de disfrutar el momento y decirme «estoy aquí, soy yo en este presente» y finalmente en el volver a construir los puentes para hablar con esas personas que tenía alejadas… India me entregó la serenidad para vivir cada etapa.
Parece que en vez de viajar las 30 horas a través del planeta, en realidad viajé hacia dentro, donde estaba yo misma esperándome.