Me ha costado unos días poder «intentar» escribir o transmitir lo que viví en el viaje a India norte, hace ahora casi una semana. Sabía dónde iba, creo que es fundamental. Ir a la India sin tener claro que no es un viaje cualquiera, sabiendo que es un viaje en el que vas a volver cambiado y que te va a tocar, si justo ahí y que no todo el mundo está dispuesto a dejarse llevar y vivirlo como tenga que venir sin expectativas, confiando en la gran experiencia de la coordinadora y lo bien organizado que está. Una vez pasado el viaje puedo decir que fue fácil, bueno, Mónica, ese ángel de coordinadora, profesora de yoga, ser de luz… hizo que el viaje fuera lo que ha sido: una EXPERIENCIA en mayúsculas.
No buscaba el típico viaje de ir a sitios diferentes y luego poder volver y decir «mira donde he estado»… no. Elegir viajar haciendo yoga y en la India fue todo un acierto. En mi caso era uno de los que no habían hecho yoga nunca y las clases fueron muy fáciles de seguir y de ejecutar. Mónica se adaptó al nivel del grupo y daba indicaciones muy claras para que todos pudiéramos disfrutar de la clase al nivel de cada uno y lo más importante respetando los límites de cada uno.
Del viaje en sí y la ruta te puedo contar que empezamos metidos en el caos que suponen ciudades como Delhi por el tráfico, vacas, gente… indescriptible, a contrastes de ciudades que parece que se hayan paralizado en sus calles pero que en realidad tienen su mayor vida en las terrazas de las casas como Agra, con sus infinitas vistas al Taj Mahal, ver atardecer allí o hacer una clase de yoga no tiene precio.
Cambiar de escenario y descubrir Amritsar, ciudad sagrada para la comunidad Sij, muestra inmensa de solidaridad, empatía y de acercamiento de culturas donde seas quien seas, seas quien seas insisto, eres bienvenido y eso, con mentalidad europea, es difícil de comprender de primeras. Te rompe los esquemas y hace que revises actitudes programadas que llevas años interiorizadas. Para bajar en intensidad, que no en calidad, subimos a la zona de los Himalayas con mayoría de población tibetana, encantadora y con un pasado triste y silenciado del que muchos ( me incluyo ) no sabíamos del todo lo que han sufrido y siguen sufriendo. Te hace replantearte lo desconectados que estamos los unos de los otros aquí, en nuestra burbuja ideal.
Como remate final y para relajarnos estuvimos en la preciosa ciudad sagrada de Risikesh, con la inmensa suerte de poder vivir el Holi, una zona con mayor mezcla cultural pero conviviendo de una forma armónica y muy respetuosa, con la posibilidad de hacer multitud de cosas ( cursos de cocina, tatuajes de henna, recibir o formarte en Reiki, clases de Yoga con profesores de un nivel extraordinario, degustar comida rica o simplemente no hacer nada en terrazas con vistas idílicas o bien sentarte junto al Ganges disfrutando de su paz y su agua cristalina al ser esta zona la de su nacimiento)
A día de hoy y escribiendo esto me sigo dando cuenta que no soy capaz de explicar lo que este viaje y esta forma de viajar me ha dado, soy incapaz de poder transmitir lo que he sentido, lo que he aprendido… lo siento. Y no porque no tenga capacidad para hacerlo, es que son tantas cosas, tantas emociones, que no es sencillo, pero eso sí, más adelante sé que seré capaz de leer de nuevo esto y ver otras historias de gente que como tú leyó esto y se lanzó a la aventura de viajar haciendo yoga. Sentirás emociones tan bonitas que sólo las podrás entender cuando hagas click sobre RESERVAR TU PLAZA, entonces, empezará la magia del viaje. Créeme y yo me volveré a sentir afortunado de saber que la experiencia con mi grupo te ayudó a vivirlo.
Namasté India. Namasté Apasho. Namasté Mónica