Han pasado ya bastantes días desde la vuelta de Tailandia y aunque parece que quede tan atrás, basta un testimonio del viaje, un recuerdo material, una foto, una canción para evocar algo mucho más profundo que todos esos fragmentitos de viaje: el amor profundo que creo todos hemos podido sentir en esta aventura. Este ha sido el mayor regalo, la mayor experiencia, el corroborar de nuevo que ese es el camino… un amor profundo y universal presente en la ruta, en la naturaleza, en los paisajes, en la mirada compasiva de sus gentes, en su simpatía y sencillez.
Pero a pesar de que Tailandia posee ese rasgo que nosotros hemos perdido, esa intensidad no hubiera sido posible sin nuestra queridísima coordinadora y amiga Mónica que, no sólo nos ha facilitado y mostrado lugares maravillosos, sino que además con su espíritu personal ha querido mostrarnos y compartir ese camino de unión con la belleza de la vida.
Gracias a Mónica he conocido otro modo de practicar y sentir el yoga, he profundizado en la meditación, he vibrado con mantras que no conocía y he comprendido o atisbado que existen otros modos de sentir el cuerpo y cuidarlo, de salud y de medicina, masajes inolvidables que espero repetir algún día… Además, creo que Mónica ha sido ese nexo de unión entre todos los compañeros de viaje, propiciando que cada uno ofreciese lo mejor de sí mismo y así juntos lograr compartir esta pequeña aventura con amor, compañerismo y risas… ¡muchas risas!
Ahora que han pasado tres semanas, ojalá pudiera volver atrás y experimentar de nuevo la belleza de esa tierra y el placer del viaje… PERO como aprendí… aquí y ahora, así que probablemente tú, si lo estás leyendo quizás sea para tí… Yo, no lo dudaría y volvería !!!
Mil gracias Mónica !!!