Bangkok, el masaje thai de la primera noche, Khao San Road, puestos callejeros, nuestras primeras nociones de cocina thai: Pad thai, Tom yan, Morning glory and Curry crab, las prácticas de yoga en shalas maravillosas al aire libre y la visita al templo Wat Pho, la cuna del masaje tailandés…
Ayutthaya, más masajes, ruinas, imponentes budas dorados que transmiten paz, Sukhothai, bicicletas, tuk -tuks, más yoga, más risas, paseos por el río, más clases de masaje thai…
Chiang mai, templos budistas, deliciosa comida orgánica, foot masagge, multitudinario sunday market, cervecitas, tratamientos increíbles de medicina tradicional tailandesa, master class de “yerbas”, meditación con monjes budistas…
Y la guinda, el paraíso en las increibles playas del sur: Railay, yoga en la playa a la luz de la luna, wataflow con Miguel en las cálidas aguas del mar de Andamán, delicioso pescado fresco en los puestos locales, escalada, buceo y flow, ¡mucho flow!
Para mi el viaje a Tailandia ha sido un viaje vital, emocional, curativo… Una experiencia que recomiendo y que yo jamás olvidaré, y por si fuera poco vivir esa pedazo de aventura, 11 “shingasladies» maravillosas con las que he compartido risas, aprendizaje, momentos únicos e inolvidables… Ha sido muy especial.
Gracias Mónica y Bea, por ser, por estar, por vuestra sabiduría y belleza interior… ¡Gracias ApashoYoga por este regalazo!